jueves, 21 de febrero de 2008

DE POEMAS Y DEMÁS...

SI DE MÍ RECUERDAS

Si de mí recuerdas
voz, mirada y sueño,
dedos, boca, labio y pelo
alborotado de luchas en la noche,
revuelto entre tus ramas,
acobijado a la sombra
de tus hojas: esos brazos
espesos donde a tu regazo
vuelvo
de tan largo viaje
antes de conocerte…

Si de mí recuerdas
una lágrima caída
del perdón
por haberte herido…

Si de mí recuerdas
la sonrisa abierta
de saberme absuelto
con el milagro
de tu milagrosa mirada …

Si de mí te acuerdas
¡todavía!
recelando encelada en celo puro
del no saber el dónde,
ni el cómo,
ni de quién…

Si de mí te acuerdas
con el frío,
arropada en la ropa
que templar quiere
esa helada herida
de tu amor,
expuesto al aire,
bajo el puente que
debieron construir entre
tu casa y la mía…
y nada hicieron…

Si de mí así te acuerdas…
¡es que sí me recuerdas,
todavía!

Estoy aquí, amor…
a la espera de tu puerta…
mirando, amor,
si me miras…
pues das vida con mirarme…
Yo ando entre yacijas, amor,
de abandonado estiércol
cuando, de este suelo,
miro a tu mirada
por si alguna vez acertara
yo a mirarte
si me miras…
y adormirme
en tu mirada…
Porque si tú me miraras,
amor,
volvería a nacer el mundo
en tus ojos
que me miran,
si me miraras, amor,
creando un paraíso
de amores
sólo
con que sólo tú me miraras.

Mírame a la espera de tu puerta
mirando si me miraras…
No tengo otra mirada
más que tú me mires,
amor…

jmmb.- 29.10.2005 / 23:36

“Acariciarte cerebralmente / o meterme en tu corazón y explotar / con cada uno de tus latidos. // Sembrarte como un gran árbol en mi cuerpo / y cuidar de tus hojas y tu tronco, / darte mi sangre de savia / y convertirme en tierra para vos”

“Quisiera convertirme en risa, / llena de gozo, / retozar en playas de ternuras / recién descubiertas, / pero que siempre presentí, / amarte, amarte / hasta que todo se nos olvide / y no sepamos quién es quién”.
(G.Belli.”TE VEO COMO UN TEMBLOR”,pág.49-50).





16.01.2006 / 19:36


...y ya que el tiempo corre, caballo desbocado, dejo pasar sus fracciones en el leve toque de estas teclas, como símbolos, ¿recuerdos?.... de un tic-tac de viejo reloj. Pasa el tiempo... “Tempus fugit”, dijeron mis clásicos, y lo he comprobado en una llamada de teléfono, una carta, un adjunto, un rostro rápido en el otro andén de la estación... Y con ellos todos se aprietan los recuerdos....

Es un tanto el tercer personaje de este “Poema Recién Creado”. Por cuanto evoca de un antes de esta mañana. Por todo lo que apunta de un paréntesis temporal que “fugit” él también. Y sobre todo el cierre tiene una cascada de tiempo que hace avanzar la rotación del Cosmos, mientras las finas hierbas crecen tímidas, pespuntean, se doblan, agostan luego, amarillean (como las viejas fotografía que guardamos con pudor reverencial que, como si sagrado, nos cobijan), y finalmente, tronchadas, las hierbas esas se van, emparejadas con el viento... “¡sí me recuerdas / todavía!”. Y queda colgando en resueno esperanzado, sin negar su final, mas sin avistarlo desde ese puente que “debieron construir y nada hicieron”... Colgado, que no en guiñapo, sino balanceándose en el incierto paso de danza de la Vida, el adverbio adorado que eso, vida, aún nos da: “todavía”. Tiempo, en un atrás, tiempo, en un presente evocado, llamado desde un pretérito posterior. Tiempo en un mañana “todavía”.

La voz poética, el hablante del poema, sueña ser soñado... y pespuntea minúsculas sinécdoques, parcelas, que condicionan a quien escucha los versos acumulados del arranque, y los breves apuntes de los leves estrofas rítmicas que siguen hasta el remanso (¿lo es en verdad cuando se tiene el corazón en “helada herida”?...) final que entreabierta deja la puerta y tal vez sí, por tal rendija, entrando con los recuerdos (“recordar en volver a vivir”), el aire briza el amor herido... Es esto viejo recurso en el que se recrea la voz poética despidiéndose: “frío... arropada... ropa... templar... helada... expuesto al aire... bajo el puente”...

Hace frío. Y el alma que sueña busca el cobijo aquel que un día encontrara: ese “regazo”...

Todo el poema gira en dos recuerdos que finalmente se condensan en la figura que habla en el poema, lejos de detalles (“pespuntes”, acabo de decir...). Es la persona. Y ambos dos recuerdos, así preguntados, en condicional, llevan al esperanzador verso final de esa sola palabra plena de temporalidad obstinada del presente.

Se abre con los recuerdos (pero ¿de verdad lo recuerdas, persona oyente del poema?...) que apuntan a una unión intimista. Y en su brevedad saltarina desfila toda una vida como un mural desplegable, pero con trozos de carne humana hecho:

“dedos, boca, labio y pelo alborotado de luchas en la noche” (¡qué bien se acopla la aliteración en tan breve sintagma!)... “pelo revuelto entre tus ramas..., acobijado a la sombra de tus hojas...” ¿Acaso Dafnae, convertida en laurel por Zeus ante la agresividad erotizante, desmedidamente voluptuoso, de Apolo... le ha servido al poeta para pintar en árbol a su amada, pero lejos de sicalípticas apetencias?... Por si la duda se escurriera, la explicativa lo aclara: “esos brazos espesos donde a tu regazo vuelvo”... Y todo un atrás asoma casi con descaro en esos dos finales versos: “de tan largo viaje / antes de conocerte...” Antes de pronunciar por vez primera tu casto nombre, ya tenía mucho camino andado, tropezando por doquier, hasta hallar ese castísimo refugio, seno materno que a todos nos cobija al principio de la vida pero también al final... ¡Hay tanta madre en toda Mujer! ¡si lo lleva inscrito!

¿Y eso de mí recuerdas? El poeta ha cambiado vida por palabras y salió ganando en el trueque... La vida y los azares de sus caminos se van... es la Palabra la que queda... y cada vez que la leemos todo vuelve a ser, siempre... porque “en ella todo se queda, como se quedan los lagos y las montañas y las santas almas sencillas asentadas más allá de la fe y de la desesperación, que en ellos, en los lagos y las montañas, fuera de la historia, en divina novela, se cobijaron” (Unamuno. “San Manuel Bueno, mártir”).

El segundo recorrido de “recuerdos” apunta sin dubitación a los recelos que ese preciado ser así elegido puede sentir, ha sentido... ¿o siente aún?... de otras posibles anteriores uniones que marchitan el crecimiento de este amor así surgido al caer de la tarde... Y si esta parte es más extensa es que, para el poeta, parece que adquiere mayor validez... y mayor capacidad de “recuerdo” en la otra persona...
¿Qué delito cometiese para hablar de “lágrima caída... perdón... herido”... absuelto”.
“Herido”, que más abajo reitera recordando (¿no es todo el poema una pregunta sobre el recuerdo?)... “esa helada herida / de tu amor / expuesto al aire”... ¿de quién, de qué?... Quiere decir: abierto a mirada penetrante que no queda en superficie.

Y dime, Mujer oyente-destinataria de tal poema... dime ¿Quién amenaza así tu amor? ¿Hubo, al acaso, alguien que aún (¡ay... ese “todavía”!) perdura enturbiando la limpia pureza de una entrega como ésta? Limpia. Inmaculada. ¿Y ese frío, que, “arropada en la ropa / que templar quiere esa helada herida / de tu amor, expuesta al aire,...” acaso es por la soledad del celo encelado recelando?...

Como ves, lector, lectora, se me acumulan las preguntas porque yo mismo no tengo las respuestas: tengo, eso sí ¡nadie me podrá “quitar el dolorido sentir”!, decía Garcilaso... de tanto helado sufrir... Pero tampoco podrán quitarle al poeta, a su voz, que “si de mí así te acuerdas... / ¡es que sí me recuerdas, / todavía!”.

Me descubro ante el poema. Y no por reverencia cortesana. Es que me autodescubro... callándome tu nombre, que inscrito yace en mis venas acumuladas, Mujer.

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